VEn estos momentos desfilan viejos y jóvenes bárbaros. Los primeros, bastante cautelosos y desconfiados, se lanzan hacia el oro, el antiguo metal cuyo precio ha superado el umbral histórico de los 2.140 dólares (1.969 euros) por onza (aproximadamente 31 gramos). Los segundos, más modernos y atrevidos, han impulsado la moneda digital bitcoin a alturas sin precedentes. Cada token vale más de 69.000 dólares, tres veces más que hace un año. En el primer caso lo llamamos precaución, en el segundo especulación, pero ambos delatan desconfianza e incertidumbre ante los malos vientos que se levantan.
La espectacular subida del bitcoin, que se produce tras la quiebra en noviembre de 2022 de uno de sus principales actores, FTX, cuyo fundador, Sam Bankman-Fried, languidece en prisión, se debe a dos fenómenos clásicos que alimentan todas las especulaciones: una mayor demanda y menos oferta. Por el lado de la demanda, la autorización en enero de productos de inversión de fácil acceso que copian el rendimiento del bitcoin provocó una afluencia de compras. BlackRock, el primer fondo de gestión de activos del mundo, ya ha recaudado 10.000 millones de dólares para su producto (ETF) especializado en bitcoin.
Por el lado de la oferta, los especialistas apuntan a la llegada en abril de un fenómeno inscrito en el propio código de esta moneda digital, la división por la mitad de la remuneración, en bitcoins, de las empresas, llamadas mineros, que realizan cálculos informáticos para crear nuevas fichas. Por tanto, el coste de creación se duplicará y expulsará del mercado a los menos productivos, lo que hará que la oferta sea escasa. Fue suficiente para que profesionales y particulares regresaran con la esperanza de obtener una ganancia rápida que hoy ya no es posible en el mercado de valores.
Especulativo y volátil
Por el lado del oro, los inversores anticipan tiempos más complicados. En primer lugar, el de una caída de los rendimientos de los bonos con la próxima caída de los tipos estadounidenses. Los analistas lo predicen para junio en vista de la clara desaceleración de la economía americana. Además, muchos países emergentes, encabezados por China, ya no confían en las inversiones en dólares tras la incautación de activos rusos por parte de Estados Unidos. Además, en el Reino Medio, los ahorradores están huyendo de los desastres inmobiliarios y del mercado de valores.
Pero ya sea bitcoin u oro, estos dos activos en cantidad limitada están muy alejados de la vida económica real. Su carácter especulativo y volátil los aleja aún más de su pretensión de encarnar monedas, que se utilizan sobre todo para comparar, intercambiar y ahorrar. Por eso el economista John Maynard Keynes describió el oro como “reliquia bárbara”. Un vestigio de tiempos antiguos frente al vértigo de los nuevos tiempos.