Bajo un frío intenso, al pie de la iglesia románica de Chaluzy (Nièvre), dos artistas representan una escena de ejecución. Un campesino loco sentado en una silla eléctrica recibe una descarga fatal: es la alegoría del agrivoltaismo que viene a tocar el vaso de la agricultura. A través de este sketch realizado ante cincuenta simpatizantes, la Confederación Paysanne pretende proclamar su oposición a la instalación de paneles solares en las tierras cultivables del departamento.
Este sindicato está preocupado por las centrales eléctricas que transformaron a los campesinos en “paisajistas” negocio de mantener la hierba alrededor de los paneles, lo que perjudicaría también a las aves rapaces y a las abejas y que, sobre todo, congelaría las explotaciones durante treinta años, cuando ha llegado el momento de una rápida adaptación de la agricultura al cambio climático, o incluso a las crisis geopolíticas. La aldea de Chaluzy simboliza su lucha: “Estamos aquí, en una hermosa parcela de cereales que necesita un promotor de energía solar. Al lado se encuentra la zona industrial de Saint-Éloi, cuyos vastos terrenos baldíos y sus tejados de almacenes no interesan a nadie. Qué absurdo ! Tenemos que detener todo esto. » Todos aplauden.
Desde que la Cámara de Agricultura formalizó las normas para el agrivoltaismo en su territorio en 2020, los proyectos se han sucedido. Alrededor de sesenta actualmente, en estudio o en construcción, de 10 a casi 200 hectáreas. “Queríamos ofrecer hasta el 1% de nuestra tierra agrícola, o un máximo de 3.700 hectáreas de paneles o 2.000 megavatios de energía solar instalada. Esto no generaliza la producción agrícola diga lo que diga la Confederación Campesina., explica su presidente Didier Ramet. Una vez que el inversor y el propietario se reúnen, la cámara evalúa el proyecto para que sea sólido, creíble y realista. »
Esta prudencia de la Cámara de Agricultura permite que los proyectos solares avancen con confianza ante los funcionarios electos y el prefecto. Una bendición para varias grandes empresas (TotalEnergies, EDF o la portuguesa EDPR) que se dedican a la producción de energías renovables y que a menudo han luchado durante más de cinco años para que sus proyectos de aerogeneradores se hicieran realidad. “Además, la cámara pide al inversor que pague 1.000 euros por hectárea de parque al agricultor -además del propietario- y que contribuya a un fondo de inversión (conocido como “GUFA” por agrupación de uso de financiación agrícola de Nièvre) hasta 1.500 euros al año por megavatio instalado, precisa el señor Ramet. Esto permitirá financiar los proyectos de todos los agricultores del departamento, como una tienda de productores, por ejemplo. Imaginemos que instalamos 2.000 megavatios: ¡eso supondría un presupuesto anual de 3 millones de euros para mejorar la vida de nuestros agricultores! »
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