Se cerró la ventana de disparo para un lanzamiento desde una base espacial instalada en Nueva Zelanda, en la costa del Pacífico de la Isla Norte. Entre el 10 de junio y el 9 de julio, un minicohete Electron del American Rocket Lab transportó cinco nanosatélites diseñados por la start-up francesa Kinéis. En los próximos meses se realizarán otros cuatro lanzamientos que permitirán crear una constelación de veinticinco satélites dedicados al Internet de las cosas, la primera en Europa. Evolucionará durante ocho años a 650 kilómetros de la Tierra en una órbita polar, llamada “sol-sincrónica”.
“Esto hace realidad la recaudación de fondos de 100 millones de euros que hicimos hace cuatro años”. aprecia Alexandre Tisserrant, director general de esta empresa tolosana que cuenta con unos sesenta empleados, fruto de la escisión de las actividades de la empresa Collecte de localización de satélites (CLS) en 2018, filial del Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES).
El objetivo era desarrollar el sistema Argos, destinado a programas científicos como el seguimiento de animales y aves migratorias, pero también la localización de barcos mediante enlaces por satélite. Mantenida desde 1978 por CLS y CNES, esta red ha llegado a sus límites, penalizada por elevados costes pero también por tiempos de respuesta muy largos, con datos actualizados sólo cada dos o tres horas.
Cambio radical de dimensión
Aprovechando los avances tecnológicos y la miniaturización de los equipos, la start-up ha diseñado un satélite del tamaño de una caja de zapatos que pesa unos treinta kilogramos y que permite a la constelación proporcionar datos cada diez o quince minutos. En cuanto a las balizas, su tamaño también se ha reducido al de una caja de cerillas, o incluso al de una uña, y su peso se ha vuelto más ligero, pudiendo bajar a unos pocos gramos. La bajada de costes también ha permitido dividir por diez los precios, tanto de los objetos conectados reducidos a 100 euros como de los precios de la conectividad.
Estos enlaces interactivos casi permanentes, independientes de los sistemas de posicionamiento GPS y Galileo, añaden otras perspectivas a la original destinada a la vigilancia medioambiental. Se trata del seguimiento de contenedores, de vagones, pero también del ganado… Un cambio radical de dimensión que abre un mercado valorado entre 300 y 500 millones de euros al año.
“Nuestro objetivo es alcanzar un tercio del mercado en un plazo de siete a ocho años”. afirma el jefe de Kinéis. Sería más que una disociación de actividad respecto a los 8 millones de euros actuales, siendo el objetivo intermedio alcanzar la rentabilidad en 2026, alcanzando los 20 millones de euros de facturación.
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